Carlos III cumple 74 años en el trono: la historia de su triste infancia que le marcó para siempre (viajaba con su osito de peluche)

Carlos celebra este 14 de noviembre su primer cumpleaños como rey. A sus 74 años, poco queda del niño educado por unos padres fríos y poco empáticos.

Foto de archivo de Carlos de Inglaterra durante una visita al Castillo de Windsor, en 1954. / getty

Elena Castelló
Elena Castelló

Carlos III pasará su primer cumpleaños –hoy cumple 74 años – como rey. Cuando llegó al trono agradeció a su «querida mamá» su «devoción y amor a nuestra familia a la familia de naciones a la que sirvió diligentemente durante años». La frase no podía ser más adecuada. Carlos sabe muy bien lo que supuso esa devoción cuando Isabel era una joven reina , madre reciente de su heredero, del que no pudo ocuparse como lo haría cualquier otra madre primeriza. Isabel se debía a la Corona. Pero Carlos hubiera necesitado esa madre. Fue un niño extremadamente tímido y sensible y las constantes ausencias de sus padres acentuaron su inseguridad.

Cuando Isabel se reunió con el Duque de Edimburgo en Malta, donde estaba destinado en la Marina, tras las navidades de 1949, dejó al pequeño Carlos de apenas un año en el palacio de Sandringham junto a sus abuelos, la reina Isabel y el rey Jorge VI. Isabel y Felipe no vieron cómo daba Carlos sus primeros pasos y cuándo le salió el primer diente.

Una madre fría y distante y un padre con muchos traumas

La primera palabra que dijo no fue «mama» sino «nana», en referencia a su «nanny», la persona a la que veía más que a ningún otro miembro de la familia. Era la norma entonces entre los niños de la aristocracia y de la realeza en Gran Bretaña, pero incluso en ese ambiente, Isabel estaba considerada una madre distante y fría, que no tenía demostraciones de afecto con sus hijos, a diferencia de su propia madre, que siempre se distinguió por su afectuosidad.

Isabel terminó con la costumbre que dictaba que los niños hicieran la reverencia en presencia del o de la soberana, pero parecía haberse quedado estancada como madre en los años treinta. Dedicada a sus obligaciones como reina, delegó la mayoría de la responsabilidad de la crianza y la educación de sus hijos en su marido, el príncipe Felipe. Su carácter no podía ser más diferente del del entonces príncipe Carlos de Inglaterra . En su primer cumpleaños le regaló un bate de cricket y tenía claro que debía ser «un hombre masculino». Pero Felipe arrastraba sus propios traumas de la infancia.

Isabel II, Felipe de Edimburgo con sus hijos, el príncipe Carlos, la princesa Ana y el príncipe Andrés. / DR

Se vio obligado a defenderse y a soportar todo tipo de circunstancias adversas desde los ocho años, cuando su madre fue internada en una institución mental y su padre abandonó a la familia para instalarse con su amante en el sur de Francia. Felipe desarrolló un instinto de supervivencia que quería transmitir a su hijo mayor para prepararlo para su papel de futuro rey. Entendió que era su responsabilidad.

Carlos, un niño muy sensible que sufrió bullying en el colegio

Pero Carlos era extraordinariamente sensible y, en lugar de una madre o un padre alentadores, tenía enfrente a un miembro de la Marina que, cada vez que se caía, solo le decía «oh, vamos, no pasa nada». Felipe creía en su método. Pero no reparó en que quizá no era el más adecuado para su primogénito.

Carlos fue el primer heredero del trono británico que fue al colegio. Primero pasó por una escuela situada en Knightsbridge, en el centro de Londres, para pasar después al internado de Cheam, en Hampshire, al que fue también su padre. Una escuela «espartana», como la definiría el príncipe Felipe, en la que se enseñaba a los niños el «autocontrol».

Carlos odió cada minuto que pasó en Cheam. Pero, cuando salió de allí las cosas no mejoraron: Felipe escogió su internado de Gordonstoun, en Escocia, donde Carlos sufrió un bullying constante, a diferencia de su padre que fue considerado un líder. Para el ahora rey fue un «infierno». Sin embargo, Carlos se vio reducido al silencio.

Ni su padre, ni su madre le instaron nunca a que les contara sus problemas o lo que sentía. No querían ninguna conversación incómoda. Felipe era un padre atento, pero controlador. A menudo le daba a Carlos la impresión de que no era el hijo que esperaba. Le irritaban muchos detalles suyos. Un día entró en cólera porque al heredero le gustaba leer en la cama. Lo suyo, según él, era hacerlo sentado en una silla.

Carlos de Inglaterra en un retrato de su infancia junto a su abuela, la reina madre. / DR

Así que Carlos creció temiendo a su padre y echando de menos a su madre. En los años setenta, durante su primera juventud, su tío Lord Louis Mountbatten , hermano de la madre de Felipe de Edimburgo y que también le había apadrinado, se convirtió en su consejero y confidente, aunque sus recomendaciones no siempre fueron acertadas, como cuando le instó a «vivir la vida» y luego a casarse con una joven «sin pasado». El resultado fueron Camilla y Diana, y bien sabemos lo que ocurrió.

De adulto, sin embargo, Carlos fue ganando cada vez más confianza con sus padres. Cuando Carlos cumplió 60 años, la reina expresó su «enorme orgullo». Y cuando ella celebró sus noventa años, Carlos expresó «la suerte» que había tenido de que fuera su madre.

Muchos de los detalles de la vida adulta de Carlos que se van conociendo dibujan un retrato inseguro y sentimental. Su último biógrafo, Christopher Andersen, asegura que durante gran parte de su vida ha viajado con el oso de peluche que tenía de pequeño y que, si se estropeaba, solo permitía a su antigua nanny, Mabel Anderson, que lo reparara.

Sin embargo, todos coinciden en que como padre hizo un gran papel: le gustaba jugar a peleas de almohadas con sus hijos, leerles en la cama y darles su beso de buenas noches. Muy distinto a lo que él vivió.