Isabel II y Felipe de Edimburgo se llevaron a la tumba un secreto indescifrable. Superaron jutnos nada menos que 74 años de amor, toda una vida. Desde su boda el 20 de noviembre de 1947 en la Abadía de Westminster hasta la muerte de duque en 2021 , su relación sobrevivióa todo tipo de polémicas, rumores de infidelidad e incluso sus grandes diferencias en sus gustos.
Una de las discrepancias más sangrantes es que a Felipe no le hacían ninguna gracia los adorados perros de la reina (una pelea que también han tenido la reina Letizia y su suegra, Sofía) . Lo peor es que Felipe tampoco compartía la pasión de la reina por las carreras de caballos. Los animales son capaces de crear escisiones en las familias reales.
El biógrafo de la reina, Gyles Brandreth, descrubre estas y otras curiosidaes de la pareja royal más longeva en su libro Isabel II. Un retrato íntimo. «Los corgis de su esposa eran exasperantes a los ojos del príncipe Felipe», describe en el texto.
Todo el planeta sabía la reina inglesa adoraba a sus perros. Tras su muerte, quedaron a cargo de la ex esposa de su hijo Andrés, Sarah Ferguson, quien se toma su tarea muy en serio. Vive casi angustiada por cuidarlos. «Son íconos nacionales, así que cada vez que corren tras una ardilla, entro en pánico», ha llegado a confesar.
Son símbolos porque formaban parte de la familia real, sin duda. Isabel los sumaba a los planes, como aquel 15 de octubre de 1969 cuando ella esperaba en el Palacio de Buckingham a tres astronautas, hombres que, apenas tres meses antes, habían deleitado al mundo con el aterrizaje del Apolo 11 en la luna. No le acompañaron ni su marido ni sus hijos, a su lado estaban cuatro corgis.
Gyles Brandreth es un insider, conoce bien la historia de la pareja porqueera amigo personal del duque de edimburgo y para escibir su biografía, se reunió constantemente con la reina desde 1968 y hasta su muerte a los 96 años, en septiembre de 2022. Del autor, presentador y ex político británico se ha dicho que es el escritor que más se ha acercado a la verdad humana sobre los miembros de la realeza. Por esa proximidad, se ha lanzado a contar los misterios de una relación que duró más de siete décadas y que tenía todas las papeletas para terminar mal.
Es innegable que había un esfuerzo detrás. Cada año el duque se preparaba y asistía a un evento que le interesaba entre poco y nada, las carreras de caballos del Royal Meeting en el hipódromo de Ascot, que está a seis millas del castillo de Windsor.
Amablemente, se sentaba junto a su esposa y, con la misma elegancia, se levantaba en cuanto terminaba el acto. No perdía ni un segundo. Se iba en coche o directamente se escapaba por la parte trasera del palco real «para ver un partido de cricket en la televisión», describe el autor.
Otro de los intereses más desconocidos de Felipe (que le separaban de su esposa) eran los extraterrestres. Se convirtió casi en una obsesión. Se calcula que pasó más de 70 años investigando, como ha contado el ex funcionario del Ministerio de Defensa, Nick Pope.
Pope, que dirigió la investigación sobre ovnis del Gobierno británico durante la década de los noventa, describe que el marido de la reina «estuvo al tanto de los acontecimientos, se suscribió a revistas y boletines sobre ovnis e hizo entrevistar a testigos».
Incluso invitó a cenar al piloto de la Fuerza Aérea, George A. Giller, que dijo que había visto un OVNI. En la conversación con el royal llegó a reforzar su creencia. «Cuando alguien de su talla señala que estos seres son reales y de otro planeta, es muy convincente», contó.
La reina lo sabía, pero jamás se pronunció. Lo más cerca que estuvo de un OVNI fue cuando las redes se dedicaron a compartir que era reptiliana, una teoría conspiranoica (y evidentemente falsa) que asegura que las élites mundiales están controlados por alienígenas que se ocultan entre el resto de los mortales.
Las diferencias no lograron separarles. El respeto y su compromiso fue más poderoso. «Ha sido una fuerza constante y una guía», admitió Isabel II sobre Felipe en 2012. Él estaba de acuerdo. «La principal lección que aprendimos juntos es que la tolerancia es un ingrediente esencial para un matrimonio feliz», confesó el duque en una ocasión. «Esto quizás no es tan importante cuando todo va bien, pero es vital cuando todo va mal. Soy el primer testigo de la gran tolerancia de la reina», concluyó.
20 de enero-18 de febrero
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