Andrea Casiraghi, Carlota Casiraghi y Pierre Casiraghi /
De tal palo tal astilla, pensaría Rainiero III si levantara la cabeza y viera la adolescencia que le dieron sus tres hijos Casiraghi a la princesa Carolina de Mónaco . La que fuera reina de las fiestas parisinas se reformó cuando encontró al amor de su vida, Stefano Casiraghi. Pero como el karma siempre vuelve y Andrea , Pierre y Carlota dedicaron buena parte de su adolescencia a recordárselo a su madre.
Criados bajo la protección de los Grimaldi , y huérfanos de padre a una edad temprana, los tres hermanos se convirtieron por su buena percha y su historia trágica en el objetivo de los paparazzis desde una edad muy temprana.
A pesar de no residir en el principado durante buena parte de su vida, durante décadas se consideró a los tres hermanos Casiraghi como los herederos no oficiales del glamour monegasco. Y esa relevancia tiene un precio: concretamente el de ser incapaces de pasar desapercibidos a ojos de la prensa en cuanto metían la pata. Y la metieron a menudo.
Recogiendo el testigo de su propia madre y de su aún más escandalosa tía, la princesa Estefanía de Mónaco, antes de convertirse en cabezas de su propia familia los tres Casiraghi protagonizaron jugosos titulares. Estos fueron los más escandalosos.
Durante buena parte de los 2000 la melena rubia y el pareo de Andrea Casiraghi protagonizaron los veranos en Ibiza. Hasta novia española le echaron al seudo royal: una mujer joven, morena y en top less llamada María Casado que tiempo después del affaire confesaba no estar enamorada pero sí dispuesta a demostrar su talento desfilando en la pasarela Gaudí.
Sin duda, antes de que Tatiana Santo Domingo le metiera en vereda el hijo mayor de Carolina de Mónaco le dio algún que otro disgusto a la corte monegasca a cuenta de sus excesos, sus novias y sus peleas. Porque durante sus locos años 20 Andrea Casiraghi tenía un problema con los límites. Por ejemplo, con el límite de velocidad.
Justo dos años antes de aquella boda que le cambiaría el carácter para siempre, Andrea Casiraghi perdió el carnet de conducir y el coche (un Audi A6) por circular sin documentación y a 200 kilómetros por hora por las carreteras francesas.
Todos los hijos de Carolina de Mónaco en una foto de archivo: Andrea, Pierre, Carlota y la pequeña Alexandra de Hannover. /
La contención tampoco era su fuerte cuando era más joven. A pesar de que hasta que no cumplió los 30 años Andrea Casiraghi no se libró del difícil papel de ser oficialmente el heredero de su tío, el príncipe Alberto de Mónaco, parecía que su relevancia royal se la trajo al pairo hasta el mismo día de su boda.
Como muestra está la pelea que protagonizó en 2005 al más puro estilo Ernesto de Hannover cuando dejó KO al reportero de la agencia La Press Stefano Meloni que tuvo que ser rescatado de su furia por los carabinieri.
Durante buena parte de su primera juventud parecía que el destino de Carlota Casiraghi estaba bien encaminado: tenía el novio perfecto. El elegido para el triunfo era joven, millonario, educado y contaba con la aprobación de Carolina de Mónaco: Alex Dellal. Por supuesto, no duró.
Como si fuera la propia Carolina de Mónaco, Carlota Casiraghi dejó plantado al novio ideal y se fue con el más inesperado, un hombre 15 años mayor que ella, plebeyo, divorciado y con hijo de su matrimonio anterior: el cómico Gad Elmaleh. Para ir un poco más allá en el paralelismo de su vida amorosa con la de su madre, Carlota Casiraghi tuvo un hijo con el actor sin casarse jamás con él.
Mientras las grandes firmas del lujo la iban haciendo hueco como imagen de sus marcas, Carlota Casiraghi ganaba su propio espacio en la prensa del corazón con sus amoríos y las peleas con su ex, Gad Elmaleh. Apenas un mes después de dejar al padre de su primer hijo, ya tenía repuesto y nueva residencia en Roma para disfrutar de un nuevo noviazgo con Lamberto Sanfelice.
Las declaraciones de Gad Elmaleh en la prensa hablando de las condiciones draconianas que imponía la hija de Carolina de Mónaco para que pudiera visitar a su hijo en común no ayudaron a mejorar su imagen y calmar las cosas.
Durante años fue considerado el guapo pero soso hijo de Carolina de Mónaco, pero Pierre Casiraghi también vivió su revolución juvenil de la peor manera posible. Huérfano de padre desde los tres años se mantuvo en un discretísimo segundo plano hasta que llegó su etapa universitaria y empezó a salir de fiesta con su amigo Stavros Niarchos III.
En el currículum de Stavros se encuentran momentos delirantes como la vez que pagó a una persona sin hogar en Los Ángeles para poder tirarle una bebida por encima o cuando destrozó una habitación de hotel en Las Vegas durante el cumpleaños de Kelly Osbourne.
Al cumplir los 20 Pierre Casiraghi demostró que era el único que podía seguirle el ritmo a Stavros en sus fechorías de resort en resort. Las fotos que le tomaron metiéndole la mano en la entrepierna a su novia, dejaron claro al mundo que el niño con gafas de Harry Potter y de internado suizo que nos habían vendido hasta ese momento ya no existía.
Su capacidad para saltar de after a after a lo largo y ancho del planeta le sirvió para conseguir el sobrenombre de «príncipe de las fiestas». Una costumbre que todavía exhibe en momentos puntuales, como en 2019, cuando se presentó en Madrid de incógnito para celebrar la despedida de soltero de Stavros Niarchos y no hubo acto de la alta sociedad que no contara con su presencia.
Vídeo. Carlota CAsiraghi y los amores de su vida
Con semejante ritmo no es de extrañar que en 2012, con 25 años, la liara más de lo normal en una discoteca neoyorquina y que la prensa disfrutara de sacarle punta al incidente durante una temporada para gran disgusto de los adultos Grimaldi del principado.
La pelea que acabó con Pierre en el hospital tuvo lugar en el club Double Seven de Manhattan y de testigo, como no, a Stavros y otros cachorros millonarios y alcoholizados de la alta sociedad.
La versión de la bronca que describió el New York Post hablaba de que el hijo de Carolina de Mónaco llevaba horas bebiendo en el local cuando acabó peleándose violentamente con el empresario Adam Hock por conseguir una botella de vodka de 500 euros, la mejor mesa del local y la compañía femenina que le rodeaba. Acabó en el hospital con la mandíbula rota. «El príncipe cruzó volando el local y cayó en una mesa al otro lado», aseguró un testigo.