Doña Letizia y Don Felipe el día de su boda. /
El diseñador del traje de novia de doña Letizia debía ser uno de los grandes modistos españoles. La reina Sofía le recomendó que confiara en Manuel Pertegaz , fallecido en 2012, decano de la costura española, y para el que aquel encargo supuso un broche de oro a su carrera. Cuando la futura princesa de Asturias descendió del Rolls-Royce que la conducía a la entrada de la catedral de La Almudena en aquel lluvioso 22 de mayo de 2004, poco después de las once de la mañana, quedó desvelado el que había sido el secreto mejor guardado en los meses anteriores. Y hubo opiniones encontradas, aunque 20 años después son bastante unánimes respecto a la calidad del diseño.
Doña Letizia viajó en una decena de ocasiones a Barcelona, para visitar el taller del modisto, situado en la Avenida Diagonal, en alguna de ellas acompañada por la reina Sofía . De hecho, el anuncio de la identidad del diseñador de aquel importante vestido nupcial se precipitó cuando se vio a doña Letizia entrando en la sede de Pertegaz. En las primeras entrevistas hablaron de algunas ideas y luego llegaron las pruebas. Entre modisto y clienta hubo una buena complicidad, aunque no pasó a más.
Doña Letizia quería algo regio, pero sencillo, y coincidió, desde el principio, con la propuesta del diseñador. Una década después de la ceremonia, el modisto desveló algunos d etalles de aquel encargo histórico. Explicó que doña Letizia le dio total libertad para hacer su trabajo. Pertegaz quería, de esta forma, poner coto a las voces que aseguraban que la futura princesa de Asturias había impuesto su criterio. «Nunca me puso ningún impedimento», aseguró entonces. El modisto buscaba, por encima de todo, que el diseño fue atemporal, pero que tuviera vida. Era consciente de que quedaría para la historia.
El vestido se confeccionó con seda valenciana de la casa Rafael Catalá en blanco roto y estaba bordado, en hilo de plata y oro patinado de Tarrasa, en las mangas, el cuello y en el bajo de la falda, con motivos de espigas de trigo, tréboles y madroños, además de flores de Lis, símbolo de los Borbones. Todos los materiales eran españoles. Su corte era clásico y sobrio, de manga larga y cola de cuatro metros y medio, y respiraba la solemnidad que requiere un vestido real.
Doña Letizia llevó en su boda un diseño de Manuel Pertegaz. /
Lo más destacado era el cuello chimenea ondulado –que recordaba al de su traje de Armani de la pedida– y también lo que suscitó más polémica. El vestido resultó pesado por la cantidad de tela empleada y más cuando se humedeció por la lluvia que caía aquel día. Eso hizo que la novia casi no pudiera moverse en ciertos momentos.
Llevaba un velo, bordado, siguiendo técnicas artesanas del siglo XIX, que mezclaba la flor de lis y las espigas, de tres metros de largo, regalo del príncipe Felipe, un abanico de encaje que perteneció a la infanta Isabel, «La Chata», y la tiara prusiana, la misma con la que se casó la reina Sofía y que ésta heredó de su madre, la reina Federica.
El vestido costó 6.000 euros, según se dijo entonces. Parece que fue un regalo del diseñador a los novios, puesto que sus tarifas habituales –en torno a los 45.000 euros, al tratarse de un diseño de alta costura– eran mucho más elevadas. Hay quien comentó que le quedaba algo grande a la reina, quizá porque había adelgazado mucho con el ajetreo de los preparativos. Pertegaz también asesoró a doña Letizia en la confección del ramo.
El vestido nupcial de doña Letizia tenía una larga cola y un velo bordado siguiendo técnicas artesanas del siglo XIX. /
La futura princesa escogió un ramo en colores claros. Optó por uno en cascada, de «Rafia», en el que todas las flores tenían su significado: rosas isabelinas, de la variedad véndela; lirios, las flores ligadas a la dinastía de los Borbones; flor del manzano, como homenaje al Principado de Asturias; espigas, símbolo de fertilidad; y flor de azahar, en memoria de la Condesa de Barcelona, doña María de las Mercedes de Orleáns .
Doña Letizia también cumplió con la tradición de llevar algo azul, algo nuevo, algo viejo y algo prestado. Lo azul fue un pequeño lazo que llevaba prendido bajo la cola de su vestido y pudimos atisbarlo cuando las damas de honor recogieron la cola de la novia, al salir los príncipes de Asturias de la catedral de La Almudena. Lo nuevo fue, sin duda, el vestido, mientras lo prestado fue la diadema de doña Sofía, de platino y brillantes, y lo viejo, el abanico, del siglo XIX, restaurado para la ocasión.
El Palacio Real de Aranjuez es probablemente uno de los edificios más monumentales que se puede visitar en Madrid. Ubicado a 50 kilómetros de la capital, es un edificio que se comenzó a construir en 1564, durante el reinado de Felipe II, por Juan Bautista de Toledo. La historia de este edificio está ligada a la monarquía española ya que fue durante años su destino para pasar las vacaciones.
El vestido nupcial de doña Letizia está expuesto desde 2005 en el Palacio Real de Aranjuez. /
Además, en su interior se encuentran algunas piezas que forman parte de la historia de la familia real así como algunos de los looks más icónicos que han llevado doña Sofía y la reina Letizia. Y es precisamente aquí donde se encuentra, desde finales de 2005, el inolvidable vestido de novia que llevó Letizia aquel 22 de mayo de 2004. La creación de Pertegaz se encuentra en la sala del Museo de la Vida en Palacio, estancia en la que también encontramos un cuadro de la boda del rey Alfonso XIII y la reina Victoria Eugenia.
El vestido se encuentra protegido por una vitrina de cristal, lo que permite que pueda ser observado desde todos los ángulos y poder contemplar todos los detalles, desde el entramado de plata a los bordados en hilo de oro o el realce con motivos de flor de lis, espigas, tréboles y madroños del escote, las mangas y la cola.
Por cierto que también allí están expuestos los vestidos de novia de las infantas Elena y Cristina, de los diseñadores Petro Valverde y Lorenzo Caprile respectivamente, así como el que llevó la reina Sofía el 14 de mayo de 1962 cuando se casó con el rey Juan Carlos en Atenas.