Juan Carlos I y Carlos III. /
La relación de Juan Carlos I y Carlos III comenzó algo estrellada, pero con tiempo y algunos encuentros se han convertido en algo parecido a una amistad. De hecho, el emérito tiene planeado volver a Europa para dos citas: una, participar en la regata de la Copa de España, que se celebra en Sansenxo en unos días (no hay previsto encuentro con su hijo el rey Felipe ni con la reina Letizia ); la otra, en Londres para reunirse con el hijo de Isabel II.
Desde que vive en Abu Dabi, el emérito ha vuelto al viejo continente en contadas ocasiones (una de ellas fue precisamente el año pasado por estas fechas para la misma cita naútica en tierras gallegas). Esta vez, además de recalar en Sanxenxo (los días que se barajan, según publica la agencia EFE, son del 19 al 23), Juan Carlos tiene prevista una parada ténica en el Reino Unido para almorzar con su soberano. Para sorpresa de muchos, fue precisamente Carlos el que le invitó personalmente a un almuerzo. Y decimos por sopresa, porque la relación entre ambos monarcas no siempre ha sido cordial.
Tendrán la oportunidad de charlar de la coronación de Carlos , a la que están invitados soberanos de todas las casas reales (el diario inglés Telegraph ya confirmaba la asistencia de Juan Carlos). El rey inglés ha decidido romper con varias tradiciones, como que solo asistan los herederos o gobernantes del protectorado. El próximo 6 de mayo habrá todo tipo de personalidades de la realeza entre el público asistente.
Los dos royals también tendrán la oportunidad de comentar algunos detalles de la polémica recepción del pasado 18 de septiembre en el Palacio de Buckingham, coincidiendo con el funeral de Isabel II. Como relata Pilar Eyre, en aquella ocasión hubo un total desencuentro. «El rey Carlos III y Camilla Parker Bowles le hicieron el vacío al rey Juan Carlos y lo ningunearon», explica la periodista dando a entender que el monarca inglés prestó más atención a otras personalidades presentes como Emmanuel Macron y su mujer, Brigitte, o la reina Máxima de Holanda. Recordemos que la presencia de Juan Carlos fue incómoda, incluso para su propio hijo .
El primero de todos los desplantes entre ambos fue obra de Juan Carlos. En 1981 se celebró uno de los eventos royals que quedarían para la posteridad: la boda de Diana de Gales y el heredero al trono. El emérito y su mujer decidieron ausentarse. En su lugar asistieron el príncipe Felipe y las infantas Elena y Cristina.
Los Windsor y los Borbones pasaban un periodo de guerra fría por Gibraltar. El dictador Francisco Franco había cerrado completamente la frontera en 1969 y se abrió parcialmente en 1982. La decisión de la familia real británica de comenzar en Gibraltar su luna de miel removió esas aguas.
La española fue la única casa real europea en evitar el enlace, pero todo quedó en familia. En 1984 Isabel II invitó a almorzar en Londres a don Juan de Borbón y marcó el inicio de la normalización de las relaciones diplomáticas entre ambos países. Dos años después, Isabel II invitó a don Juan Carlos y doña Sofía a la primera visita de Estado de un monarca español desde hacía 80 años. La última había sido la de Alfonso XIII en 1905, cuando conoció a Victoria Eugenia.
Carlos III y Juan Carlos I en su juvetud /
En la visita de los Reyes de España a Inglaterra en abril de 1986, Don Juan Carlos y Doña Sofía conocieron a Carlos III y a Lady Di. En su aterrizaje, los príncipes de Gales les recibieron con reverencias y besos en las mejillas. Las mujeres hicieron alarde de elegancia y los hombres llevaban sus uniformes militares de galas.
Comenzó un acercamiento más tangible. Isabel II llamaba al que fue rey de España, «Juanito» y él la apodó como « prima Lilibeth» (la reina Victoria es tatarabuela de Isabel II, Juan Carlos I, doña Sofía y el mismo Duque de Edimburgo). Días después tuvieron una merienda amenizada con música española en la que aparecieron por sorpresa las infantas Elena y Cristina y la princesa Irene de Grecia, hermana de doña Sofía.
Allí, una de las que más disfrutó fue Diana de Gales, quien llegó a confiar que conocía algunas revistas españolas. Carlos, por su parte, se lamentaba de no saber castellano para poder relatar en perfecto español que se había lastimado el dedo con un martillo.
Ese mismo año, en julio, Doña Sofía, Juan Carlos, Felipe de Edimburgo, Carlos III y Lady Di acudieron al bautizo del príncipe Felipe de Grecia, hijo del rey Constantino. Se debieron entender muy bien, porque un mes después los príncipes de Gales se fueron a Marivent, Mallorca, para disfrutar de unas vacaciones en el paraíso.
Hasta tres veranos fueron los príncipes de Gales a Mallorca, unos encuentros que dejaron imágenes míticas: las de los Windsor y los Borbones sentados en la escalera de Marivent es una de las más recordadas. En ella, el rey Juan Carlos sostiene sobre sus rodillas a un pequeño Guillermo de Inglaterra.
Los príncipes de Gales volvieron en 1987, 1988 y 1990. La segunda vez permanecieron una semana y fueron de nuevo acogidos por la familia real. Las dos familias reales disfrutaron de días de navegación en el Fortuna, aunque Carlos siempre encontró momentos de soledad para sus acuarelas. Cuando él quiso irse, la princesa prolongó unos días más sin su marido, e hizo saltar las alarmas de crisis matrimonial en los medios británicos.
Se dijo poco de la complicidad entre Juan Carlos I y Carlos III, pero se rumoreaba que Diana de Gales se había llevado muy bien con el monarca español. Hasta se habló de interés romántico, como explicó el guardaespaldas de la princesa fallecida, Ken Wharfe. «Es un mujeriego, sé que es absurdo pero estoy segura de que le gusto. Ha coqueteado, incluso delante de la reina», explicaba él en 2016 citando confesiones hechas por la propia Lady Di.
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Diana le dijo a Wharfe que don Juan Carlos «parecía demasiado amigable». «¡Es horrible!», le habría dicho. «Es encantador, pero, ya sabes... un poco demasiado atento, demasiado sobón», comentaba. Según la escritora Colin Campbell, biógrafa de Lady Di en el libro Diana en privado: la princesa que nadie conoce (1992), se trataba de algo mutuo.
«Los dos flirteaban el uno con el otro. El príncipe Carlos se enfadó tanto con la manera de comportarse de Diana que ella se marchó a la casa mallorquina de José Luis de Vilallonga, y se quedó allí unos cuantos días con él», explicó en una entrevista a Vanitatis. En otra charla con Vanity Fair relató que Diana actuaba «para poner celoso a Carlos, pero no funcionó» porque, según ella, «a Carlos no le podría importar menos».
Otros, directamente niegan su cercanía y aseguran que Diana estaba liada con asuntos más importantes. «El primer viaje a Mallorca lo pasé entero con la cabeza en el váter. Lo detesté», contó Diana a su amigo, el periodista Andrew Morton.
Pero también con angustia por encajar. «Todos estaban obsesionados con que Carlos era la criatura más maravillosa del mundo. ¿Y quién es la chica que viene con él? Yo sabía que llevaba dentro algo que no les dejaba ver y que no sabía usar, no sabía enseñarles. Me sentí incomodísima», relataba.
La mujer del príncipe se topó con una soledad inusitada. Uno de los biógrafos de Lady Di, José Martí Gómez, publicó que esa libertad la llevó a buscar una residencia en la isla. Le gustaba el lugar (quizás no tanto la compañía).