Si piensas en reducir tu cintura lo primero que piensas es en realizar abdominales o incluso trabajar los oblicuos, pero son pocos los que relacionan ejercitar la espalda con tener una cintura de avispa. Eso es lo que predica el ayayoga, una disciplina creada por la instructora japonesa Aya que combina lo mejor del ballet, el yoga y el entrenamiento de fuerza.
«En la espalda se localizan los músculos que soportan nuestro cuerpo. Si estos dejan de utilizarse, no solo la postura empeora y se pierde la forma física, sino que los hombros se vuelven rígidos y pueden producirse dolores cervicales, torácicos o lumbares«, asegura la autora.
Según la instructora, sólo necesitarás dos semanas para corregir la postura y fortalecer o estilizar la espalda la espalda. Gracias a esto no sólo conseguirás una silueta esbelda y una cintura afinada, sino que además mejorarás tu estado de salud general.
Fortalece el tronco: El ayayoga se basa en realizar las diferentes posturas de forma intensa y continua, sin descanso entre una y otra, lo que incrementa la fuerza y la resistencia. De esta manera, más que una forma relajada de practicar yoga, este estilo es una actividad aeróbica que te ayudará a quemar grasa.
Estira las articulaciones: Al estirarlas, conseguirás mejorar la circulación. La experta sostiene que cuando existe rigidez el metabolismo se ralentiza y la pérdida de peso es más difícil. Y ya sabes lo que puede hacer por ti acelerar el metabolismo, sobre todo si ya has cumplido los 50.
Aumenta la energía: La respiración abdominal es la habitual en el yoga, pero en este método se practica la abdominotorácica. Con ella, el cuerpo tiene un mejor aspecto al devolver a los órganos internos a una posición correcta, a la vez que se fortalecen los músculos intercostales.
El secreto de esta especialista para lograr tu objetivo de reducir la cintura es combinar los estiramientos típicos del yoga con giros de las palmas de las manos. Y la experta asegura que no importa cuántas repeticiones hagas de cada ejercicio, sólo aconseja hacerlo de manera constante, aunque solo sea durante unos pocos minutos al día:
Extiende los brazos por detrás de la espalda con las palmas estiradas. De pie, con las piernas juntas, inclínate ligeramente hacia delante y pon las manos con las palmas mirando hacia tus muslos. Gira las palmas de las manos hacia fuera y estira los brazos intentando juntar los omóplatos. Separa los dedos todo lo que puedas, y gira los pulgares hacia fuera. Acompaña el movimiento levantando la cabeza, como si quisieras saludar al sol.
De pie, con las piernas juntas, dobla los brazos a la altura de los hombros y cruza las manos por delante del pecho, entrelazándolas. Flexiona las rodillas y lleva la cadera hacia atrás. Al mismo tiempo, extiende los brazos con firmeza y gira las palmas hacia fuera.
Da una zancada hacia delante con la pierna derecha mientras la izquierda permanece bien extendida. Junta las manos delante del pecho y voltea las palmas hacia fuera. Ahora, gira la parte superior del cuerpo, desde las costillas, hacia la derecha. Ayúdate del codo izquierdo cruzándolo con la rodilla y respira profundamente. Mira hacia el techo en diagonal, de forma que mantengas la cabeza alineada con el cuerpo. Vuelve poco a poco a la posición inicial y repite hacia el otro lado.
Ponte de pie con la espalda recta y las rodillas juntas. Da un paso hacia delante con la pierna izquierda mientras mantienes la derecha estirada del tobillo a la cadera. Entrelaza las manos, gira las palmas hacia el techo e intenta alargar el cuerpo hacia arriba y hacia atrás. Extiende los brazos todo lo que puedas, como si trataras de tocar el techo. Regresa a la posición inicial y repite el movimiento cambiando de pierna.
Siéntate en el suelo y dobla la rodilla izquierda por delante de ti llevando la derecha hacia atrás. Coloca las manos por detrás de la cabeza, con las palmas giradas, y estira el costado izquierdo al mismo tiempo que te inclinas sobre el derecho. Vuelve a la posición de inicio y repite con el lado contrario.