ENTREVISTA

Jorge Freire, filósofo: «Haz caso a los estoicos porque calcularon la fórmula de la felicidad»

Hacer frente a las adversidades, conocernos a nosotros mismos y ser más sabios y felices. Podemos conseguirlo siguiendo a Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Nos lo cuenta el filósofo Jorge Freire, autor del libro Felices como estoicos.

Mujer sonriendo / SPOTLIGHT LAUNCHMETRICS

Ángeles Castillo
Ángeles Castillo

Al filósofo y ensayista Jorge Freire (Madrid, 1985) uno se lo imagina en El banquete de Platón, enredado con Alcibíades mientras el vino les va alegrando los corazones. O por los calles de la ciudad como un nuevo Sócrates. Todo porque ha salido al ágora para darnos a conocer más y mejor el estoicismo. Sí, esa escuela que apuesta por la templanza y el autocontrol. Por eliminar cualquier pasión que provoque inquietudes de ánimo.

Freire ha editado y prologado el libro Felices como estoicos (Roca Editorial), con ilustraciones de Alejandro Viñuela. Recoge textos de Cicerón, Séneca, Epicteto y Marco Aurelio. Sobre cómo superar las adversidades , cómo conocerse a uno mismo y cómo alcanzar la excelencia, la sabiduría y la felicidad. Puro estoicismo y con la razón y la virtud, «aunque no sea trendy», por bandera.

Lo necesitábamos. Porque el estoicismo ha saltado de la barrera de lo académico hasta aterrizar peligrosamente en el espacio de Elon Musk , que «lanza tuits preconizando contención y el dominio de uno mismo como fórmula de éxito desde su milmillonaria red social», apunta este filósofo. Incluso en los gimnasios, donde «a más de uno se le aparece Séneca cuando se le corta la respiración en la última pesa, la que exige de mayor dominio mental para seguir adelante». Una filosofía nacida en el 300 a.C. de la mano de Zenón de Citio que parece cocinada para ser degustada hoy.

Reflexiones para vivir mejor

Jorge Freire ha recogido el testigo de los estoicos y nos recuerda que «podemos alcanzar la felicidad (eudaimonía), entendida en sentido griego como paz interior (ataraxia) o ausencia de perturbaciones causadas por los deseos insatisfechos». Leer el libro de oro de Marco Aurelio puede parecer una excentricidad, y no digamos a Epicteto. Pero en estos clásicos, uno emperador, el otro esclavo, se hallan grandes reflexiones para ayudarnos a vivir mejor. Estas son dos de ellas:

1. Vivir en el presente. El propio Jorge Freire es un tipo feliz, siempre y cuando «esa felicidad sea la de los makarioi», nos matiza. O sea, «la de aquellos que viven instalados en el presente , como los dioses y los niños». Presente no es lo mismo que actualidad: «Quien vive consagrado a la actualidad se da cuenta al final de que el tiempo se le escurre entre los dedos. Hace muchas cosas, pero ninguna significativa. Sin embargo, quien pisa fuerte en el sustrato firme del presente, lo que los latinos llamaban hic et nunc, vive de forma mucho más intensa», puntualiza.

Jorge Freire recurre a los estoicos para hablar de felicidad. / PILAR MARTÍN BRAVO

2. Estar atentos. «Esta idea de los makarioi (felices) me gusta mucho porque te demuestra que solo hay auténtica dicha si uno, entre otras cosas, vive atento», nos cuenta Freire. «Con el auge de las tecnologías, la sobrestimulación de las apps, la multitarea, etc, vemos que nuestra atención está en jaque». ¿Qué nos dicen los estoicos? «Que la dicha está en mantenernos firmes en el presente y muy atentos».

Dónde buscar la felicidad

Sócrates hacía preguntas y los estoicos dan respuestas. Nuestro filósofo sale al paso: «Tendemos a pensar que cuanto más oscurecemos el lenguaje, más profundo es. Y, por el contrario, pensamos que las palabras sencillas son facilonas, pero no es así. Lees a Epicteto o a Marco Aurelio y parecen frases de las galletitas de la suerte. Sin embargo, tienen mucha profundidad. No son tuits. Puedes tardar meses en darte cuenta del verdadero significado». ¿Qué puede susurrar el estoicismo al hombre de hoy?

1. Forjar el carácter. Dónde buscar para encontrar la felicidad es la clave. Aquí hay que mirar a Séneca, que «en las Cartas a Lucilio asegura que la felicidad solo está en uno mismo. Buscarla fuera de nosotros no tiene ningún sentido, es mejor forjar y acrisolar el carácter. Yo defiendo que el carácter es más fuerte que la fortuna», indica Freire.

2. Es una ética para nosotros. El también autor de La banalidad del bien considera que «de todas las éticas que nos ha dado la historia de la humanidad, esta es la más razonable y la más apropiada para nuestros días». Esto es, «surge en un contexto muy similar al nuestro porque el fin de la época clásica en Grecia, con las campañas de Alejandro Magno y la decadencia de la polis, marca un tiempo de desorientación y desasosiego. No se sabe cuáles van a ser los grandes ideales y termina poniéndose el foco en la persona».

3. Cómo ser sabios. Para los estoicos, «el sabio no es el que sabe mucho, sino el que sabe vivir bien. Esto tiene mucho que ver con nuestra época, marcada por el yo. El estoicismo nos enseña, entre otras cosas, a dominarnos a nosotros mismos y a forjar nuestro propio carácter. Solo así se alcanza la virtud».

Jorge Freire es partidario de sacar la filosofía a la calle. / PILAR MARTÍN BRAVO

Filosofar en la barra del bar

Mientras los epicúreos estaban en su jardín privado, los estoicos frecuentaban el espacio público. «Lo que más me gusta es que es una filosofía de calle. De hecho, recibe su nombre de la stoa, el pórtico del ágora de Atenas en el que se reunían», confiesa el editor de Felices como estoicos.

No se queda la cosa aquí: «Yo desconfío generalmente de la filosofía académica porque, aparte de que es endogámica, no se deja contaminar por el tráfago de lo humano». Según él, «hay que filosofar en la barra del bar, en el mercado y por la calle. Precisamente hoy que es orillada en los planes de estudio, tenemos que volver a acercarla a la gente porque hay una gran demanda de textos filosóficos».

Por qué leer a los clásicos

Este ensayista advierte que «el estoicismo a veces se confunde con un carpe diem mal entendido». Habla de «estoicos anabolizados» y aclara que «esa idea de que tienes que comprarte tu primer Lamborghini y conseguir tu primer millón por todos los medios nada tiene que ver con los estoicos. Dirán que Marco Aurelio era emperador, pero entonces hay que recordar que Epicteto fue un esclavo». No se olvida de subrayar que «estos CEO de su propia existencia no son más que los viejos vendedores de crecepelo». Conclusión: hay que regresar a las fuentes.

Jorge Freire, que se ha pasado los últimos años leyendo a Hegel para armar su próximo libro, La querencia, niega que los clásicos sean difíciles de entender: «Es mucho más difícil un autor que escriba hoy filosofía que Platón, que es diáfano. Hay que bajarles del pedestal». Por cierto, este amor a la filosofía que tanto predica le ha llevado a ganar el premio Sapientia Cordis por su ensayo Palabra de honor, una reivindicación de la palabra, ahora ensombrecida por el destello de la imagen.

Qué dicen los estoicos

• «El hombre feliz es aquel que, gracias a la razón, nada teme ni desea nada» (Séneca, De la vida feliz).

• «Así hizo Sócrates guiándose a sí mismo en todo y no escuchando a nadie sino a la razón. Tú, si no eres todavía Sócrates, debes vivir deseando serlo» (Epicteto, Manual de vida).

• «Penetra tu interior. Dentro de ti está la fuente del bien, que puede manar sin cesar si ahondas siempre» (Marco Aurelio, Meditaciones).

• «El alma tiene en su mano el poder vivir una vida plenamente feliz si permanece indiferente acerca de las cosas indiferentes» (Marco Aurelio, Meditaciones).

Cuatro escritores extrañados

Además, Freire ha publicado recientemente Los extrañados (Libros del Asteroide), que son cuatro escritores. A saber: el británico Wodehouse, la estadounidense Edith Wharton, autora de la inacabada The Buccaneers , y los españoles Vicente Blasco Ibáñez y José Bergamín. Le preguntamos si estos extrañados tenían algo de estoicos. Contesta: «Se inventaron una especie de estoicismo en la literatura. Su forma de endurecer el carácter, buscar la virtud, afrontar los sinsabores y conocerse a sí mismos fue la literatura. Son unos estoicos literatos».

El extrañamiento viene porque «quienes hincamos la pluma siempre sentimos insatisfecho ese deseo de pertenencia. La literatura es más hospitalaria que otras patrias». Cita unos versos de Bergamín: «Amigo que no me lee, amigo que no es amigo porque yo no estoy en mí, salvo en aquello que escribo». Y pone la nota autobiográfica: «En mi caso, noto que entre mis más íntimos amigos se encuentran Dickens o Balzac». Eso por no citar los dos bustos de Schopenhauer y Jane Austen que le miran mientras trabaja.

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