Ivana Baquero lleva pendiente Manifesto de Tous y top de Antik Batik. /
La fama mundial sobrevino a Ivana Baquero (Barcelona, 1994) a los 12 años, cuando se convirtió en Ofelia, la protagonista de El laberinto del fauno. Viendo hoy sus fotos de preadolescente en la alfombra roja de los Óscar llama la atención la seguridad con la que paseaba entre estrellas de Hollywood como Penélope Cruz o Meryl Streep . «Leonardo DiCaprio quiso conocerme porque le había gustado mucho la película», recuerda la actriz. «Me impresionó por su amabilidad y calidez, pero también fueron muy simpáticos Morgan Freeman, Charlize Theron o Angelina Jolie y Brad Pitt».
Aquel primer viaje a la meca del cine se convirtió después en un vuelo frecuente, cuando Ivana comenzó a vivir «de costa a costa». « Me gusta tener siempre una maleta hecha; de hecho, me pillas haciéndolas ahora mismo, porque me voy a Barcelona mañana», reconoce entre risas Ivana un día después de la sesión de fotos de este reportaje.
Está pasando una temporada en Madrid, aunque mantiene su casa en Los Ángeles. «Al hacerte un poco más mayor, echas de menos tu hogar y tus raíces. Me encanta rodar en Estados Unidos, pero ahora quiero estar más tiempo en España; adoro trabajar aquí».
Desde luego, tiene con lo que comparar. Su smartphone a veces le asombra chivándole el número de ciudades que ha visitado en un mes –«Pueden ser más de 20 sin darme cuenta»– y ha llegado a lugares tan remotos como Nueva Zelanda. Allí protagonizó la serie de MTV Las crónicas de Shannara junto a Austin Butler, el actor que dio vida al rey del rock en Elvis.
«Siempre tuve una fijación extraña con ese lugar. Me parecía inalcanzable y a la vez me fascinaba, porque soy muy fan de la saga de El señor de los anillos.¿Quién me iba a decir que acabaría pasando tres años allí?». O que encontraría a su pareja, el actor neozelandés James Trevena.
Ha compartido reparto con Kevin Costner, pero también ha trabajado junto a José Sacristán, y asegura que la única diferencia a un lado u otro del océano sigue siendo «el budget», es decir, el dinero. «Las producciones son más grandes y los equipos también. En cambio, a nivel creativo, el talento es el mismo. Me gusta hacer las dos cosas, pero reconozco que a veces me apetecen más los proyectos pequeños, donde te sientes parte del engranaje y no solo una pieza dentro de una maquinaria enorme».
Pasados ya casi 18 años de El laberinto del fauno, Ivana cuenta que suelen reconocerla más por el nombre que por su rostro. «Por ejemplo, en el médico, me dijeron que me llamaba como una actriz. Me identifican como Ofelia muchos, pero luego añaden: «¡Cómo has crecido!».
Lo que me ha sorprendido últimamente es que me han reconocido por películas que pensaba que en España no habían tenido casi impacto, como Black Friday, una de zombis que hice en Estados Unidos. Ilusiona ver que hay gente que disfruta de tu trabajo».
Ivana es accesible y cercana, siempre dispuesta a hablar de todo, mostrando un interés genuino por quienes se le acercan. Pero hay un momento en el que prefiere poner un cartel de «no molestar». En maquillaje y peluquería, la actriz comienza a conectar con su personaje, anticipando el estado de ánimo en el que debe encontrarse y lo que va a afrontar en la acción.
«Los horarios de rodaje arrancan muy temprano y necesitas espabilarte y, a la vez, concentrarte. Para mí, es mucho más fácil sentir al personaje cuando estoy totalmente caracterizada».
Algo parecido le sucede cuando tiene que prepararse para la alfombra roja o una noche de premios, aunque en este caso sea el objetivo sea justo el opuesto. Ivana necesita encontrarse a sí misma en un look, tener la seguridad de que no finge ser otra persona. «Mido 1,60 y soy una chica petit. Intento seguir las tendencias, pero lo primero que tengo en cuenta es qué tipo de figura tengo y qué me sienta bien».
Se hace un pequeño silencio, pero incluso eso lo ocupa la dicción perfecta de Ivana, que nunca deja puntos suspensivos y hace que palabras como «variopinto» suenen bien. Ahora sería cuando una actriz del Hollywood clásico bebería una copa de champán o pegaría una larga calada. En cambio, sorprende con un comentario aparentemente trivial que la define. « Menos mal que se pasó la fiebre del contouring, que lo ocultaba todo. En realidad, yo ni soy modelo, ni celebridad, ni nada de eso... Soy actriz y quiero mantener mi esencia, ser fiel a mí misma».