de maquiladora a activista

La lucha de Doria Ragland, la madre de Meghan Markle, contra el racismo que margina a su hija desde que era niña

Doria Ragland rompe su silencio para hablar por primera vez de su hija Meghan Markle, del racismo que han sufrido y de su relación atípica.

Doria Ragland y Meghan Markle. / getty

Claudia Vila
Claudia Vila

Doria Ragland, la madre de Meghan Markle, ha irrumpido en la escena royal para aportar, por fin, diversidad. Desde que se hizo pública la relación de su hija con el príncipe Harry , la estadounidense afrodescendiente de 66 años siguió la línea discreta de la familia del Reino Unido: prefirió mantener el silencio. Solo lo ha roto para documental Harry & Meghan, donde ha defendido sus principios.

Sin necesidad de alzar la voz por encima de otros ni demostrar nada, la madre de la duquesa ha reconocido que estos últimos cinco años han sido «difíciles». Prácticamente, se la ha empujado a los focos. Harry tuvo que intervenir para que se terminara el acoso a su suegra, quien tuvo «luchar contra los fotógrafos para llegar a la puerta de su casa».

Aunque lo que le impactó fue el carácter morboso e incluso racista. Comenzaron a circular noticias falsas. Los periodistas capturaban imágenes de los barrios más desfavorecidos y decían que era donde ella vivía.

Cómo fue la infancia de Meghan Markle

En realidad, Doria no se crio en una familia humilde. Su padre era anticuario, su madre enfermera y en su instituto de Fairfax se le recordaba como una persona brillante y amistosa. Era una adolescente de peinado afro que escuchaba a Marvin Gaye y disfrutaba de cenar tacos en un mexicano de su barrio, como cuenta The Thelegraph.

La joven sociable se convirtió en una maquilladora profesional. Gracias a uno de sus trabajos conoció a su esposo, y padre de Meghan, Thomas Markle. Él era un director de iluminación hollywoodiense que la enamoró, tras los focos. Se casaron en 1979 y dos años después nació su hija. Se mudaron a una casa en un barrio de Los Ángeles que Meghan considera «frondoso y asequible».

En el documental, Doria muestra su relación sin ambages. «Recuerdo haberle preguntado a Meg si me veía como una madre y ella me dijo que me veía como una hermana mayor controladora», señala, y comparte el mote que utiliza cariñosamente para referirse a su hija.

El vínculo entre Doria y Meghan quedó marcado por la ruptura del matrimonio, en 1987. La pareja siguió manteniendo una amistad, y decidieron que el padre se haría cargo de la niña, mientras que Doria emprendía un nuevo camino, como azafata de vuelo. Meghan admitió más tarde que estaba más unida a Thomas, que «era una niña de papá». De él heredó su amor por el cine, que luego la convirtió en actriz.

Doria bajó del avión para adentrarse en la vida universitaria. Licenciada en Psicología, regresó a los libros para hacer un máster en Trabajo Social. También se ha dedicado a dar clases de yoga. Mientras, su hija creció como una alumna ejemplar que se adentró en el activismo. «Yo era la empollona, no la guapa», recuerda Meghan.

Harry y Meghan con su mascota. / INSTAGRAM

La mujer de Harry ha descrito a su madre como un «espíritu libre». La han intentado aprisionar con los insultos por su tono de piel, sin éxito. La primera vez que su hija escuchó que la llamaban «negrata», se quedó impresionada. «Estuvo en silencio el resto del camino a casa. Nunca hablamos de eso. Nunca en mi vida había escuchado a alguien decir esa palabra», reconoce Meghan en uno de los episodios de Netflix.

La madre de Meghan ha sido un apoyo constante en su vida, le mostró cómo mantenerse firme a las críticas y seguir su camino. También ha sido un consuelo para el príncipe Harry y para sus nietos, Archie y Lilibet, que ven a su abuela materna con asiduidad.

Doria Ragland fue la única que acompañó a Meghan Markle en su boda

El documental muestra la primera vez que Doria hace declaraciones sobre su controvertido ex marido, Thomas Markle. La relación idílica de padre e hija se truncó por un pacto de él con los paparazzi. Aceptó hacerse unas fotografías a cambio de dinero. «Eso no se hace. Eso no es ser padre», denuncia Doria. Ocurrió a unos días de la boda de Meghan y lo recordarán siempre por el vacío que dejó.

El compromiso suponía la unión de dos familias. Era la boda más esperada del 2018. La primera vez que aparecía una novia de ascendencia mixta junto a uno de los Windsor.

Doria, con las lágrimas contenidas, miraba a Meghan. Las televisiones emitían la imagen de una mujer que mantuvo su estilo a pesar de los protocolos. Se enfundó un vestido pistacho de Oscar de la Renta con flores bordadas, se colocó un sombrero de Stephen Jones y se dejó su piercing en la nariz y sus rastas.

Todos los ojos estaban puestos en ella y se la calificó de «brillante» y un orgullo para las afroamericanas. Consiguió opacar las polémicas. La periodista y activista Ateh Jewel señaló que aquel era el rostro del orgullo y la emoción mientras estaba sentada en la Capilla de San Jorge esperando la llegada de la novia.

«No debería sorprender que en el siglo XXI, Doria, una mujer hecha a sí misma, que tiene una maestría en trabajo social y es profesora de yoga, será la suegra de Harry. Pero lo hace», anunció en The Thelegraph. Ese día una madre veía cómo su hija rompía tradiciones y establecía las suyas propias para convertirse en la mujer del príncipe del Reino Unido y la duquesa de Sussex.