Una hermana mayor lleva, por lo general, la voz cantante y se convierte en el eje de la familia. Pero pocas hermanas han sido tanto la columna vertebral de los suyos como la infanta doña Pilar . Fuerte, espontánea y luchadora, pronto se convirtió en el punto de referencia para don Juan Carlos. También en su refugio en momentos difíciles: acudía casi todas las semanas a comer a su casa de la madrileña colonia de Puerta de Hierro y allí han celebrado los Borbones todo tipo de reuniones familiares.
Doña Pilar perdió a su marido, el abogado y empresario Luis Gómez-Acebo, a los 57 años, a causa de un cáncer linfático, y tuvo que sacar adelante a sus cinco hijos – Simoneta (53 años), Juan (52), Bruno (50), Beltrán (48) y Fernando (47)– en solitario. Pero doña Pilar era una mujer realista, con los pies en la tierra, y ser nieta, hermana y tía de rey no la alejó del mundo.
Esa clarividencia la convirtió en la mejor confidente de don Juan Carlos. Cuando el rey emérito aceptó suceder a Franco a título de Rey, saltando por encima de su padre, Don Juan, el jefe de la Casa y de la Dinastía, se produjo un cisma en la familia. Las dos hijas de don Juan, las infantas Pilar y Margarita, se alinearon con su padre y su relación con don Juan Carlos fue tensa. Pero esa separación quedó atrás hace muchos años.
Doña Pilar se educó en el colegio de las Esclavas del Sagrado Corazón, en Lisboa, y estudió después tres años de enfermería en el Instituto de Lisboa, donde obtuvo el título profesional. Luego realizó prácticas durante dos años en el hospital de San José de Lisboa, y en un dispensario infantil.
Se casó en Portugal con el empresario y abogado español Luis Gómez-Acebo. Ella había acompañado a su hermano al famoso crucero Agamenón organizado por la madre de la reina Sofía, Federica de Hannover, a mediados de los cincuenta, pero regresó sin novio.
Don Juan quería para su hija, una infanta de España, un miembro de la realeza y, durante un tiempo, la familia, incluida la reina Victoria Eugenia, especuló con la posibilidad de que doña Pilar se casara con el rey Balduino de Bélgica. Viajó a Bruselas con sus padres, con la excusa de visitar la Expo, pero aquel viaje no funcionó.
Después, la reina Victoria Eugenia, organizó una cita secreta en su casa de Lausana, en Suiza, a la que acudieron Balduino y doña Pilar. Para que no tuviera que viajar sola, le buscaron una acompañante que era ahijada de la reina: Fabiola de Mora y Aragón, hija de los marqueses de Casa Riera. Como se sabe, el destino había previsto las cosas de otro modo.
Doña Pilar lo tuvo claro cuando conoció a Luis Gómez-Acebo en casa de Simeón de Bulgaria y Margarita Gómez-Acebo, prima del que se convertiría en su esposo, en Madrid. La boda se celebró el 5 de mayo de 1967 en Estoril. El novio era hijo de los marqueses de la Deleitosa, con una gran fortuna familiar, pero los condes de Barcelona se sintieron decepcionados con el noviazgo, aunque no tuvieron más remedio que dar su consentimiento. El duque de Badajoz falleció el 9 de marzo de 1991.
Doña Pilar habló siempre con franqueza de los temas por los que le preguntaran, incluida la política. Supo que estaba enferma y lo aceptó con naturalidad. «Me pregunten lo que me pregunten, contesto lo que me da la gana. Ahora, con 83 años, no me corto un pelo», había dicho en una de sus últimas declaraciones.
La infanta doña Pilar de Borbón, en el rastrillo Nuevo Futuro. /
Su nombre apareció en los papeles de Panamá, por una sociedad que tuvo en ese país desde 1974 a junio de 2014, pocos días después de la proclamación de su sobrino: «Me encuentro muy bien. El escándalo lo han montado ustedes». Admitió los hechos, pero aseguró que la sociedad no tenía actividad. Y sobre el rey Felipe dijo: «Es un sobrino muy querido. Es diferente a su padre, que es lo bueno en el fondo, cada uno marca su estilo. Creo que lo está haciendo muy bien. A veces me da pena por el tiempo tan difícil que le ha tocado vivir».
La personalidad de doña Pilar se plasmó también a la hora de su fallecimiento, el 8 de enero de 2020, en el Hospital Rúber de Madrid. Pidió que se dejara a un lado la ceremonia que le correspondía como infanta de España y fue incinerada, algo inusual en las familias reales, para reposar al lado de los restos de su marido en el cementerio de San Isidro, de Madrid. La capilla ardiente se instaló en su propia casa.