Juan Urdangarin también se muda a Zarzuela con la reina Sofía: Borbones con el síndrome laboral de la Generación Z

No lo podemos achacar todo al poder de seducción de Zarzuela , aunque evidentemente apetece vivir en una palacio donde el servicio asegura más servicios que en un hotel de lujo. Sin embargo, algo más ha de haber para que, uno tras otro, cada miembro de la tercera generación Borbón haya querido hacer un alto en su vida para vivir con sus abuelos, o con la reina Sofía en Madrid o con el rey Juan Carlos, en Abu Dabi.

Han pasado ya meses, pero no podemos olvidar que tanto Froilán Marichalar como Victoria Federica se han refugiado con sus abuelos. Y aunque la residencia del rey emérito queda ya fuera de cualquier tipo de reproche y con quién la comparte pertenece a su estricto ámbito privado, sí hubo cierto revuelo al filtrarse que Vic pasaba noches en Zarzuela . Disfrutando de los servicios sufragados por el erario público.

Con o sin dinero público de por medio, no cabe duda de que cualquier abuela tiene derecho a alojar a sus nietos, a tenerlos cerca y echarles una mano. En ese espíritu, se ha aceptado sin tanta crítica la estancia de Irene Marichalar en Zarzuela, durante el año sabático que se tomó para aclarar su futuro. La hija pequeña de la infanta Cristina se marchó a Camboya de cooperación, para aclararse. Sin embargo, la inspiración vital la encontró en Madrid.

Desde que conociera a Juan Urquijo , todas las dudas se le han disipado a Irene Urdangarin, residente en Zarzuela hasta su futura mudanza a Inglaterra . Allí estudiará en una carísima universidad privada, University College London, donde una carrera sale en torno a los 150.000 euros. Es la misma ciudad donde estudió su novio y a la que, sin duda, no le importará volver. Aunque solo sea de visita y a un piso de estudiante.

No quedará sola, o en la única compañía de Irene de Grecia, la reina Sofía. Sabemos que Miguel Urdangarin, siguiendo los pasos de su hermana, también terminó su carrera en Londres y decidió tomarse un tiempo de descanso en Madrid, al lado de su abuela en Zarzuela. Hace varios meses que el más esquivo de los hermanos Urdangarin vive en Madrid, alojado por la emérita. Y, como su hermana, tiene razones románticas además de familiares para quedarse en la capital española.

Miguel Urdangarin mantendría una relación sentimental con una heredera venezolana, Olympia Beracasa , quien ahora mismo reside en Madrid. Y, además, gracias a que reside en Zarzuela podrá volver a convivir con su hermano mayor, Juan, quien también abandona Londres para tomarse otro año sabático. Subrayemos esto, porque quizá lo que más resalta de la trayectoria de los Marichalar y los Urdangarin no sea su querencia con Zarzuela, sino sus pocas ganas de adentrarse en el mundo laboral.

Ninguno de los tres nietos mayores de los reyes Juan Carlos y Sofía parece haber encontrado motivación para convertirse en profesional. Ni Froilán ni Victoria Federica parecen conectar con el empleo, pero tampoco Juan Urdangarin muestra demasiada resiliencia en este sentido, pues apenas lleva un año en la empresa de Alejandro Agag y ya ha decidido dejarlo. Miguel, biólogo marino, también reside en Madrid, la ciudad de secano por excelencia en España. El único que tiene nómina es Pablo , como jugador profesional de balonmano.

¿A qué podemos achacar este desinterés por el mundo del trabajo? ¿Es acaso algo habitual en las nuevas generaciones de las familias adineradas, que sus cachorros no encuentren motivación para trabajar? Puede que así sea, aunque es toda su generación, la llamada generación Z, la que parece caracterizarse por un desinterés llamativo por la experiencia laboral. Al menos, así lo refleja el diario británico The Telegraph.

No son poco los managers que se quejan de la dificultad de encontrar profesionales junior que tengan interés por aprender y trabajar. También de que evitan coger el teléfono, no son buenos en las interacciones sociales o, aunque se mueven bien en el ámbito digital, no dominan básicos del mundo analógico. No parecen encontrar en el trabajo la satisfacción que otras generaciones encontraron, ni en términos de realización personal ni en términos económicos.

«Lo quieren todo pero no dan nada», aduce uno de esos jefes frustrados en The Telegraph. «Quieren correr antes de aprender a caminar», explica otro. Puede que este rasgo generacional aplique de alguna manera a la nueva generación Borbón, tan renuente al sacrificio laboral como espabilada para disfrutar de sabáticos sin ni siquiera haber cumplido una década de oficina.